Déjame tocar tu pelo.
Enredarme en ellos.
Hacer una soga,
ponerla en mi cuello...
Déjame tus labios tocar.
Sentirlos tibios.
Y tu voz destrozando todo lo que pensé
era algo parecido al amor.
Déjame tocar tu piel, y un poco más.
Clavarme las espinas de tu rosal.
Y morir de sed en tu manantial.
jueves, agosto 14, 1997
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